miércoles, 6 de junio de 2007

75. ADOPCIONES

Desde hace unos años, las parejas con problemas de esterilidad no son las únicas que aspiran a recibir en adopción a un niño. Hoy, esta posibilidad es contemplada por familias estables, con hijos o sin ellos, sin dificultades de fertilidad. Y por hombres y mujeres que optan por la paternidad en solitario, rompiendo el molde social que asociaba a la familia con una pareja que cuidaba de los hijos.
El índice de natalidad en nuestro país entró, en 1997, en una muy modesta curva ascendente, a la que se ha concedido gran valor por el contexto en que se produce: llevábamos más de dos décadas de continuo descenso en el número de embarazos. El Instituto Nacional de Estadística controló hace ahora dos años 3.000 nacimientos más que en 1996. Un dato para la esperanza. Pero, en un análisis menos matemático y más anclado en lo social, los especialistas en estudios demográficos se muestran cautos y vacunados contra la euforia.
Prima la sensibilización ante los muy escasos nacimientos que, todavía hoy, se producen cada año en España. La estadística sobre fecundidad, que cuantifica el número medio de hijos por cada mujer en edad fértil, indicaba en 1997 que las españolas tenían de promedio, sólo 1,16 hijos. Los expertos coinciden en que la cifra está muy alejada de la tasa ideal. Algunos países, como Nicaragua (la tasa de natalidad más alta de América Latina), multiplican por cuatro el índice de fecundidad español.
Niños extranjeros, más sencillo y rápido
Adoptar a un niño español resulta casi imposible. Hay muy pocos pequeños en régimen de adopción y, en muchas comunidades autónomas, las listas se encuentran cerradas. El capítulo más triste de esta historia lo protagonizan los niños que, por ser algo mayores o padecer alguna enfermedad grave (síndrome de Dowm, discapacidad física y mental irreversible...), cuentan con muy pocas posibilidades de recibir algún día el afecto incomparable y el sentimiento de pertenencia que proporciona una familia; en muchas ocasiones, estos pequeños ni siquiera se proponen en vías de adopción.
En el mejor de los casos, el tiempo de espera para una adopción de un niño de nuestro país oscila entre seis y nueve años. No es extraño, por tanto, que los aspirantes a adoptar un pequeño se decanten por la vía internacional: en 1996, las peticiones de un niño extranjero aumentaron un 43% en nuestro país. Los preferidos son, en este orden, los procedentes de Colombia (con el 50% de las solicitudes), India, China, Perú, México, Rusia, Brasil y la República Dominicana.
Las tramitaciones y los gastos varían según el país
Los costes a asumir por una familia cuando inicia este proceso de adoptar un niño extranjero varían ostensiblemente en función del país del que proceda el pequeño. En Colombia, la tramitación supone un desembolso de unas 400.000 pesetas, mientras que en otros países del continente americano, como Perú y Bolivia, el gasto asciende a 750.000 pesetas. Más caro sale, sin embargo, el papeleo cuando el origen del niño es un país del Este (dos millones de pesetas en el caso de un menor rumano o ruso). A estos costes, se suman los gastos personales de la familia cuando, una vez asignado el niño, debe viajar al país en cuestión para conocer al nuevo miembro de la familia. El tiempo de estancia puede variar desde los 30 días, en Rumanía, hasta un plazo aún mayor en Perú, que oscila entre los 45 y 70 días.
Por último, hay que sumar el montante que, establecido por los Servicios Sociales de cada comunidad, deben abonar los futuros padres a la ECAI (Entidad Colaboradora de la Adopción Internacional). En general, estas asociaciones sin ánimo de lucro destinan parte de dicha cuota al desarrollo de proyectos de cooperación internacional con los países que ofrecen a niños en adopción, en aras de mejorar la protección de los menores más desfavorecidos.

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